Amalfi es uno de los destinos más buscados por los turistas de todo el mundo, sedientos de luz y belleza, el lugar de eterna primavera. Las distintas tonalidades cromáticas, que varían de hora en hora, hacen de este mar, un lugar incomparable. En este ángulo de eterno paraíso terrestre, historia y leyenda se entrecruzan, se superponen creando un todo incomparable. Según la tradición, el dios pagano de la fuerza, amaba una ninfa de nombre Amalfi: pero su amor tuvo vida breve: ella murió y Hercules quiso darle sepultura en el lugar más bello del mundo y para inmortalarla le dio el nombre de la ciudad por él construida. En cambio, para la historia, fue fundada después de la muerte de Constantino; y tiene su origen en las familias romanas, que embarcándose para Constantinopla, fueron arremetidas por una tempestad en el golfo de Policastro, y asi fundaron una «Melphes» , es decir, la actual Melfi, y luego transferidos más hacia el norte, habrían demorado en el lugar de la actual Amalfi, fundándola con el nombre actual de «A-Melphes».
Las primeras noticias que se tienen las encontramos en el año 533, en el período de la guerra greco-gótica, con la victoria de Narsete sobre Teia, Amalfi pasa al dominio del imperio Bizantino y entra a formar parte del ducado de Napoli. En el siglo sexto, se convirtió en sede episcopal. El vescovo ejercía funciones religiosas y proveía la defensa de la ciudad. Seguidamente, se fue formando una aristocracia de grandes propietarios de terrenos, quienes quietarono al Vescovo el poder político.
En el 836 Sicardo, Duca de Benevento, saqueó Amalfi, deportando
los habitantes a Salerno. En el año 839 fue asesinado el duca
Sicardo, y los amalfitanos se rivelaron y conquistaron una potencia
y una autonomía que duró hasta finales del siglo XI.
Amalfi emprendió una astuta política respecto de los
dos Imperios y de otros Estados Italianos para salvaguardar sus propios
intereses comerciales y derrotó los saraceni (antiguos árabes)
que participaban en el tráfico comercial. En un primer momento
fue considerada República. Hacia el 850, contó con
dos prefectos, luego con jueces y finalmente, desde el año
958 contó con «duques». Sobre su elección
tenían un derecho formal de ratificación los Emperadores
de Oriente, pero en realidad la ciudad se administraba en absoluta
libertad, con leyes magistrales y monedas propias. Las exigencias
de defensa y del comercio marítimo, empujaron frecuentemente
a Amalfi a aliarse con los saracenos y Ludovico II, contra los bisantinos,
que querían restituir la soberanidad al Imperio de Oriente.
La alianza con los saracenos fue de todas formas inestable y poco
duradera. Estos de hecho, en el 915, después de una furiosa
batalla, fueron derrotados y definitivamente expulsados del territorio
amalfitano.
En el 920, fueron también expulsados por parte de los amalfitanos
de Regio Calabria. Durante todo el siglo X e inicios del siglo XI,
los amalfitanos tuvieron una expansión comercial y una sólida
prosperidad económica ocupando un puesto importante en el
Mediterráneo, que luego tuvieron Pisa y Genova. La riqueza
de Amalfi fue tal durante este período que Guglielmo Appulo,
escribió que ninguna ciudad era tan rica de oro, de plata
y de telas de cada tipo y que en ella se encontraban árabes,
sicilianos, africanos e inclusive indios. Sólo así se
explica la riqueza de sus costumbres marinas , que tuvieron los amalfitanos,
siendo una de sus más antiguas codificaciones, la famosa «Tabula
Amalphitana» , que era el código marítimo más
acreditado de todas las naciones marítimas de la época.
Ello regulaba las relaciones entre dreno de nave y marineros y entres
marineros y mercantiles. La misma leyenda de Flavio Gioia, quien
vivió probablemente en los inicios del siglo XIV, ratifica
que Amalfi fue la primera en haber perfeccionado la brújula
en beneficio de la navigaciòn y en haber suministrado una
de las primeras cartas náuticas medievales. Dominadora del
mercado de las especies, de los perfumes, de la seda y de las alfombras
preciosas, en el siglo X , creó la moneda de oro, los tarì de
oro y de plata (que era una moneda de origen àrabe importada
en Sicilia por el aňo 1000), que estaban en circulación
en el imperio greco, en Africa y en los principados longobardos.
Estas monedas eran similares a aquellas musulmanes como demostración
del hecho que las relaciones comerciales eran más desarrolladas
con los árabes que con los bisantinos. El notable desarrollo
de Amalfi era debido en gran parte a la independencia de la cual
gozaba, pero la limitación del territorio y la debilidad militar
por la carencia de apoyo bisantino hacía insegura esta independencia.
En el 1039 Guaimario V, príncipe de Salerno, se apropió del ducado
de Amalfi reduciendo el poder del duca Mansone II el ciego, que a su vez, habia
sido privado por el hermano Giovanni II y, estableció en realidad el dominio
salernitano sobre la ciudad. Presionados por los salernitanos, los amalfitanos,
gobernados por Sergio IV acudieron a Roberto, el Guiscardo, en el 1073. Salerno
se rindió, pero los amalfitanos tuvieron que dejar que su ciudad fuera
ocupada por los Normanos, readquiriendo la paz a costo de su libertad. El «terror
mundi» se mostrò magnanimo hacia los amalfitanos, otorgándoles
una relativa autonomía. Después de la muerte del principe normano
en el 1085, Amalfi buscó en muchas ocasiones de desprenderse del dominio
normano.
En el 1135 Amalfi soportó un horrible saqueo por parte de los Pisanos «traidores» quienes
fueron llamados para socorrer a Amalfi de la prepotencia normana. Y es desde
este período que tiene inicio la decadencia de Amalfi.
En el 1343 un terrible maremoto, descrito por el Petrarca, se volcó contra
la costa; y gran parte de la ciudad fue destruida ( y con ello probablemente
también el palacio Ducal, citado en un documento como el «palatium
amalphitanum»), fueron sumergidas las edificiones, los astilleros navales,
los almacenes y los implementos marítimos. Cinco años después,
la famosa peste del 1348, descrita por Boccaccio, completó la obra destructiva
entre los hombres. Amalfi y todas las ciudades costeras que fueron espléndidas
localidades populares, ricas de suntuosos edificios, adornados por afrescos,
mármoles, columnas, fuentes, volvían a convertirse en pueblos modestos
que, privados de la riqueza que venía del mar, regresaban a una economía
tradicional basada en la pesca, la artesanía local y la agricultura.
Sólo a finales del 800, la reafirmación del fenómeno turístico
restableció un desarrollo a Amalfi, una ciudad que constituye el epicentro
económico de toda la costa que lleva el nombre de costiera amalfitana.